Hemos cargado con una cultura de años, donde le decimos a los niños: “Los hombres NO lloran”, como una forma de querer hacerlos fuertes, cuando lo que hemos venido construyendo son hombres que un día fueron niños y hoy no saben expresar sus más sinceros sentimientos, no se permiten desplomarse y llorar a profundidad. Una cultura que le ha vendido que eso es debilidad, cuando en verdad solo muestran una pantalla de fortaleza y por dentro existen muchos hombres callándose a pedazos por el dolor o la alegría que no puede manifestar a través de algo tan natural como es llorar.

Un artículo publicado por la universidad EAFIT destaca que las lágrimas emocionales contienen ciertos tipos de hormonas como la leucina encefalina, la cual es un calmante natural que produce el cuerpo. Esto genera que llorar por una emoción fuerte, como la tristeza, sea una de las formas que tiene el cuerpo para manejar aquella emoción y hacer saber que está sintiendo. ​​ Según este artículo las lágrimas cumplen la primera función en nuestra infancia: comunicarnos. En nuestros primeros años de vida hacernos entender es complicado por la barrera del lenguaje, así que el primer mecanismo que implementamos son las lágrimas. Son la mejor forma de hacernos oír e intentar reflejar qué es lo que necesitamos: dormir, comer, entre otras.

Mientras más leemos respecto al porqué de las lágrimas o la razón de llorar, encontramos de forma constante las palabras emociones, comunicación y calmante para el cuerpo, es decir que una persona que se le educa cohibido de llorar o expresar con lagrimas sus tristezas o alegrías, es una persona que vivirá cohibido de expresar sus emociones, restringidos de comunicarse y no tendrá ese calmante que le permita sobreponerse. Estamos construyendo a personas que tendrán por dentro un mar de emociones restringidas que un día podrán explotar de la peor manera. Cuando criamos a nuestros niños con la codificación de que no pueden llorar, les estamos diciendo que no expresen sus emociones, que no se comuniquen y que busquen otra vía que sirva de calmante para el cuerpo, eso muchas veces nos hace crecer como personas frías y poco afectivas.

Todos conocemos una persona que de forma fácil llega al punto de llorar y lo hace sin restricciones, aunque en algún momento quiera restringirlas, cuando nos adentramos en su personalidad nos damos cuenta de que son personas empáticas, cariñosas, amables, amorosas y muy identificadas con las mejores causas, pero si ponemos el otro escenario de personas que nunca les hemos visto ni derramando media lagrima por tristeza o felicidad, son personas frías, poco empáticas y en muchas ocasiones muy violentas.

Llorar es un calmante para lo más profundo de nuestro ser, cuando lloramos sentimos que nos estamos descargando de algo fuerte que llevamos por dentro, liberándonos de un dolor o una alegría que no cabe en nuestro cuerpo, dedicarnos a enseñarle a los niños que descargarse de eso es malo o que los convierte en débiles, estamos construyendo robots que buscaran la forma de canalizar esas emociones por otra vía y en la mayoría de casos lo hacen de la peor manera. Estamos vendiendo algo tan natural como llorar desde la visión de la debilidad, estamos construyendo machos alfa que un día no aguantan más la presión y hasta atentan contra sus vidas, porque no les hemos enseñado a llorar y a desahogarse sin restricciones.

Los hombres SÍ lloran, porque es algo natural, porque todos somos seres humanos y tenemos la libertad de que nuestras emociones más fuertes afloren; los hombres SÍ lloran porque debemos entender que mientras tenemos una sociedad que expresa más sus sentimientos, tiene menos cúmulos de frustraciones y de rebeldía ante el mundo.

Comencemos desde pequeños con nuestros niños de hoy y tendremos mejores hombres en el mañana, CAMBIEMOS EL CHIP.

Audi Rodríguez

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