En el camino de la adolescencia a la juventud, al recorrer el proceso de las relaciones amorosas y sentimentales, nos encontramos con parejas que han envejecido juntos, y vemos en ellos ese sentimiento de protección, amor y cuidado, como sí fueran novios recientes, con la diferencia de que hace muchos años dejaron de ser dos y pasaron a ser uno, un uno donde se conocen los temores, las alegrías, los dolores y se ha aprendido a perdonar.
Un día me tocó hacer la pregunta mágica a una pareja muy bonita de ancianos que al caminar por las calles parecían ser novios primerizos, decidí acercarme a la doñita ya que siempre he entendido que la unidad de un hogar se mantiene sí la mujer es quién aprende a guiar en la tempestad o en los momentos crisis. Al acercarme a ella y luego de varios temas, me dijo que tenían juntos 50 años, me atreví a hacerle la pregunta clave ¿Cómo ustedes han durando tanto tiempo juntos?…la doñita con una sonrisa de haber escuchado esa pregunta tantas veces, me dijo: “Aguantando, lo que ya nadie quiere hacer, aguantar”.
“Aguantando”, me quedé con esa palabra para evaluar porque las relaciones ahora son tan pasajeras y los matrimonios duran menos que los noviazgo y es que en verdad, ya nadie está dispuesto a Aguantar, la sociedad cada día nos dice que no cojamos lucha con nadie, que todo debe ser fácil y color de rosa para ser bueno, renunciamos a todo lo construido, ya que al tocarnos aguantar las velas del barco mientras vamos navegando en la tempestad, nadie quiere aguantar.
Aguantar no se refiere, al maltrato, a la humillación, a la falta de cariño…esas cosas el día que llegan a una relación hasta ahí debe de existir algo entre dos. Aguantar es saber mantenerse en las tempestades, en las diferencias, en los momentos difíciles, en esos momentos donde uno de los dos desea un espacio para meditar y la otra parte desea conversar, esos momentos donde uno quiere volar y la otra parte desea caminar, eso es aguantar, alguien debe de ceder.
Cuando no estamos preparados mentalmente para ceder y tratamos las relaciones como una guerra para demostrar quién es más fuerte y a quién lo quieren más, es cuestión de una simple ola para que todo se termine hundiendo en lo más oscuro del océano de nuestro egoísmo. Al nacer y crecer, nuestros padres tuvieron que aguantarnos y nosotros aguantar las diferencias de ellos, pero nunca dejaron de ser nuestros padres y el amor prevaleció pese a las diferencias.
Una relación amorosa nunca llegará a compararse con el amor de mamá o papá, pero es un patrón de comportamientos parecidos, sí no estamos dispuestos a dejar el orgullo en la gaveta, pensar en dos y no en uno, aprender a navegar contra corriente y perdonarnos en los golpes más fuertes, nunca llegaremos a tierra firme.
Pensemos en como estamos manejando nuestras vidas, estamos dispuestos a aguantar a un mal jefe, a un pésimo cliente y hasta a un particular en la calle que nos ofende…pero no estamos dispuestos a ceder con quién supuestamente amamos, esa persona con la que hemos compartido momentos de felicidad y hemos tenido momentos más dulces que amargos.
Aguantar…NO golpes, ni maltratos, ni desprecio…Aguantar mientras llevamos juntos nuestro velero de las diferencias, donde cada amanecer será un nuevo comienzo para los dos.
Audi Rodríguez