hipocresiaSegún transcurren los años y la sociedad pasa por procesos de cambios radicales son más las cosas que vemos y dejan de impactarnos, ya nos hemos acostumbrado a ver la doble vida que fácil les resulta llevar a muchas personas, esa que desean que la sociedad les aplauda y aquella que verdaderamente disfrutan por encima de la moral y los valores familiares y personales.

Damas a la luz y desenfrenadas a la oscuridad; Caballeros de día y psicópatas de noche…son de los ejemplos más simples que tenemos frente a nuestros ojos y no es que importe la forma en la que cada persona decida vivir su vida pero vender algo que no es termina siendo engaño y una condena moral que no debe ser permitida, aceptada y mucho menos consentida por quienes tienen un poco de respeto no solo así mismo sino a la sociedad.

La danza con Dios y con el Diablo es la muestra más significativa de lo que podríamos llamar una doble moral sin límites, personas escudadas en religiones y en palabras a las cuales predican como santas y santos, condenando acciones de los demás que al final terminan siendo su modus vivendi, condenan y juzgan a quienes abiertamente llevan una forma de vida para luego detrás de la oscuridad ser los principales propulsores de este juego de dos bandos donde en uno critican y en otro accionan.

No somos quienes para juzgar pero si tenemos el derecho de exigir que no se nos vendan limones por naranja. Quien decide llevar una forma de vida debe tener el valor y la responsabilidad de mostrar su cara ante la sociedad y no escudarse en teorías moralistas y santificadas. Quien señala con un dedo las acciones de los demás debe de cuidarse de no caer en el teatro de danzar con Dios y con el Diablo.

El mundo irá atando cabos y al final las máscaras terminan cayendo de los rostros. Mientras seguiremos como sociedad uniéndonos al juego de los dobles moralistas haciéndoles creer que no sabemos nada mientras lo conocemos todo y un poco más.

La autenticidad es la mejor marca personal. El respeto así mismo es la santificación del alma y del cuerpo.

Audi Rodríguez

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